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Podríamos decir casi sin equivocarnos que el ajo es uno de los remedios medicinales más utilizados. Conocido desde la antigüedad y presente en casi todas las culturas, se alza como algo más que un condimento en la cocina de todo el mundo.

El nutricionista Camilo Andrade nos dice que los compuestos sulfúricos y sus múltiples fitonutrientes le dieron fama desde épocas muy remotas como “tratamiento espanta enfermedades”. De ahí, por ejemplo, la creencia de que ahuyentaba no sólo a vampiros, sino también cualquier epidemia o dolencia.

El ajo es rico en vitamina B, un compuesto esencial que reduce los niveles de homocisteína. Esta sustancia es la responsable de endurecer los vasos sanguíneos y de traernos múltiples problemas como los niveles altos de homocisteína que provocan que la sangre esté “más espesa” y que se produzcan coágulos.

El ajo es, ante todo, un buen desintoxicante del organismo. Nos ayuda a depurar toxinas, a eliminar parásitos y a liberar del cuerpo de esos metales pesados como el mercurio o restos de medicamentos que el hígado no puede procesar.

Fuente: El País On Line

 

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